domingo, 7 de febrero de 2010

"La obra de arte es una motivación"

Antonio Romero Prieto

escritor

“…El problema estético capital,
y no podemos ignorarlo si
queremos ponderar el verdadero
valor de una novedad surgida en
el mundo del arte...”
Vigotsky,

No todos estamos llamados a ser artistas en el sentido específico de la palabra. Sin embargo, según la expresión del Génesis, a cada hombre se le confía la tarea de ser artífice de la propia vida; en cierto modo, debe hacer de ella una obra de arte, una obra maestra. El tema de la belleza y de la inspiración es propio de una reflexión.

Los griegos unieron la palabra belleza y bondad, lo que llevó a Platón escribir: “La potencia del Bien se ha refugiado en la naturaleza de lo Bello”, en tal sentido quiero referirme a la posición del psicólogo ruso Lev Semiónovich Vigotsky, uno de los más destacados teóricos de la psicología del desarrollo, y claro precursor de la neuropsicología soviética. Se lo conoce como "el Mozart de la psicología". Escribió su "Psicología del arte" donde recopila y sintetiza todos los estudios sobre arte a los que dedicó la primera parte de su obra.

Partiendo del análisis de las dos posiciones teóricas básicas del arte como son, la formalista donde vemos el arte como un proceso de reestructuración cognitiva y la sensualista que ve el arte como un proceso sensorial, llevan a Vygotsky a intentar una síntesis de orden superior, señalando que el aspecto esencial del arte reside precisamente en que los procesos de su creación y utilización resultan por completo incomprensibles e inaccesibles a la conciencia. Y para apuntalar el polémico concepto de "inconsciente" que va a introducir, empieza citando, precisamente a Platón, quien afirmaba que los propios artistas son los que menos saben acerca de la forma en la que crean.

El Mozart del arte recurre a la teoría freudiana del inconsciente para traspasar los límites de la teoría formalista, afirmando decididamente que el arte es uno de los lugares donde el inconsciente se revela con mayor nitidez, superando a los sueños. No obstante, ve el arte mucho más cercano a los juegos y a las fantasías diurnas. Para Vygotsky toda fantasía supone la realización de un deseo desplazado o reprimido por la conciencia y, por tanto, inconsciente.

La obra de arte, sostiene este investigador del arte que, junto con los afectos conscientes, se suscitan otros inconscientes de mayor intensidad y, a menudo, de signo opuesto. Las representaciones mediante las cuales esto se realiza deben elegirse de tal manera que en ellas, “junto a asociaciones conscientes, haya suficientes asociaciones con típicos complejos inconscientes de afectos. Así el arte se revelaría como una suerte de terapéutica para el artista y para el espectador, un medio de resolver el conflicto con el inconsciente sin caer en la neurosis”.

Al analizar la estructura de una obra de arte uno debe recrear la respuesta, la actividad interna a la que dicha obra da pie y este concepto permitió a Vygotsky internarse en los secretos del valor perdurable de las grandes obras artísticas o descubrir esa fuerza en virtud de la cual una obra de la cultura griega o romana siguen sirviéndonos como norma y modelo inalcanzable.

La obra de arte es una revelación porque parte de nuestra interioridad, de lo más profundo de nuestro ser y que emerge hacia afuera para ofrecerlo al mundo y que al mismo tiempo se convierta en una relación artista -espectador que son capaces de interrelacionarse en un sentimiento profundo de amor y respeto.